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jueves, 9 de agosto de 2012

Ahora que no estás, solo siento frío.

Cuando abro tu armario y veo tus chaquetas y bufandas no paro de recordar esas tardes de invierno en las que todo podía pasar. Esas tardes en las que a mi cara la acariciaban tus manos y no el viento, en las que mis manos siempre tenían tus bolsillos libres para poder guardarlas. Esas tarde de invierno donde ninguno de los dos teníamos frío.
Por eso ahora me abandono en las calles cuando más llueve, cuando más se mueven las hojas de los árboles y las calles están cubiertas de nieve. Porque son en esos momentos en los que siento el frío y me doy cuenta de que ya no estás aquí.